EL MÉTODO TRASCENDENTAL
El método trascendental, creado por Kant en el siglo XVIII, no trata de indagar cuál es el origen de nuestro saber, como ocurría con el empirismo y el racionalismo clásicos, sino de fundamentarlo, de dar razón de él. Por ejemplo, puedo haber aprendido en mi familia que no es bueno dañar a otros ni a mí mismo. El origen de este saber mío es mi familia. Sin embargo, yo me pregunto: “¿es verdad esto?”. Y mi respuesta no puede ser: “es verdad porque lo he aprendido en mi familia”, ya que con eso sólo estoy aludiendo al origen de mi conocimiento. Si además, quiero fundamentarlo, tengo que dar una razón independiente de la fuente de donde lo he aprendido.
Para dar razón de todo el saber racional humano es preciso intentar responder a tres preguntas, que expresan los intereses de la razón.
*¿Qué puedo yo saber? Es la pregunta por mis posibilidades de conocer.
*¿Qué debo yo hacer? Es la pregunta por cómo debo orientar mi acción.
*¿Qué me es permitido esperar? Es la pregunta por cuál será el futuro de aquellos que obran bien.
Estas tres preguntas se resumen en una última: ¿Qué es el hombre? El hombre es conocimiento, acción y esperanza.
Para dar razón de nuestro saber en estos tres ámbitos es preciso descubrir las condiciones de conocimiento, de acción y de esperanza que son comunes, universales y necesarias para todos los individuos, para todo tiempo y lugar. Kant busca las condiciones que hacen que podamos conocer, actuar y esperar, siendo este procedimiento lo que constituye lo más propio y específico del método trascendental. Lo que busca en definitiva son las estructuras y condiciones universales y necesarias sin las cuales ni son posibles, ni puede entenderse en qué consisten el conocimiento, la acción y la esperanza. A este conjunto de estructuras y condiciones es a lo que Kant llama sujeto trascendental.
Se produce así lo que se ha llamado la “inversión copernicana” en filosofía porque, de la misma manera que Copérnico trató de explicar los movimientos del sistema solar cambiando el punto focal, Kant intenta explicar nuestro saber cambiando de perspectiva: en vez de hacerlo desde el ser, intenta explicar nuestros saber desde el sujeto.
Así Kant descubre que el ser humano cuenta con dos fuentes de conocimiento: la sensibilidad y las facultades intelectuales. Las facultades intelectuales son tres: el entendimiento, la razón y la facultad de juzgar.
*La sensibilidad es la capacidad de recibir impresiones. Por ella, dice Kant, “nos son dados los objetos”, es decir, tenemos “intuiciones” que en el conocimiento humano siempre son sensibles.
*El entendimiento es una facultad que elabora conceptos o categorías, por medio de los cuales ligamos entre sí las impresiones sensibles, de modo que, en vez de captarlas como un conjunto desordenado de sensaciones, las captamos de forma ordenada. Por ejemplo, las personas cambiamos totalmente desde el nacimiento hasta la muerte y, sin embargo, decimos de alguien que es él mismo, aunque antes fuera niño y ahora adulto, porque el entendimiento liga la apariencia de niño y la de adulto mediante la categoría de sustancia: la persona es una sustancia, que permanece siempre igual bajo los cambios accidentales que nos muestran los sentidos. Gracias al orden que introduce el entendimiento en la experiencia sensible podemos hacer ciencias como la física y la matemática.
*La razón es la fuente de las ideas. Las ideas son conceptos que no sirven para conocer el mundo natural, pero son indispensables para ordenar nuestro conocimiento de dicho mundo y para nuestra vida moral, política y religiosa. Kant señala tres ideas: la libertad en el mundo, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios. El entendimiento y la razón son dos modos de usar la capacidad racional: el uso teórico, que nos permite construir la ciencia natural, y el uso práctico, que abre el mundo de la moral y de la libertad.
*Por su parte, la facultad de juzgar nos permite un puente entre los mundos natural y moral.
La tarea emprendida por Kant será proseguida de diverso modo por otros representantes del idealismo alemán, como Fichte y Hegel en los siglos XVIII y XIX. Pero el impulso de la filosofía trascendental pervive en la filosofía contemporánea, de modo especial en la pragmática trascendental de Apel y en la pragmática universal de Habermas
Bibliografía
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